dimarts, 1 de novembre del 2011

Cine de autor vs cine comercial


De entrada, niego la mayor. A mi modo de ver, se trata de un falso dilema. Podemos ver películas llamadas “de autor” que resultan muy “comerciales”, tanto por el éxito obtenido como por el proceso de producción seguido. Y al contrario, podemos encontrar trabajos promovidos por la industria cinematográfica que los realizadores resuelven dejando en ellos una impronta personal característica. Estas diferencias no pertenecen, por tanto, a categorías analíticas precisas, sino al ámbito de las tertulias más o menos informadas. Hecha esta salvedad, aceptemos circunstancialmente la distinción entre un cine y otro, aunque sólo sea para permitir el desarrollo de este discurso. Cabe, entonces, intentar una definición que nos permita saber de qué estamos hablando.

Entiendo por cine de autor aquél que expresa el universo programático  de un director, tanto en los temas de que se ocupa como en la manera de tratarlos. Esto es, un cine en el que reconocemos el sello de ese particular realizador. Así, por ejemplo, Ingmar Bergman hace películas “de autor”: hay una coherencia temática que se repite en muchos de sus trabajos (la muerte, la incomunicación,  la soledad…) y un discurso conocido (planos fijos que se demoran más de lo que requeriría la lectura de lo que aparece estrictamente en el cuadro, transformando así su significado –Persona-, primeros planos de rostros y objetos con una fuerte carga expresiva –El séptimo sello-, el silencio siempre…).  Pero también hacen películas de autor Woody Allen y Pedro Almodóvar, sin renunciar por ello a la comercialidad de sus propuestas.

En cuanto al cine comercial… ¿qué es el  cine comercial, el que nace de la industria con el único afán de obtener pingües beneficios? ¿El cine que triunfa en las pantallas? En el primer caso, nada hay más comercial que el cine pornográfico –bajo presupuesto, óptima distribución, altos rendimientos-. En el segundo, ahí estón los ejemplos referidos de Almodóvar, Woody Allen  y los de Tarantino, Loach, Polanski, Eastwood, hermanos Coen o cualquiera de los que aparecen en el listado de este curso. ¿Dónde acaba el cine comercial y empieza el de autor? ¿Quién trazará la línea que los separe? Hasta las comedias gamberras recientes de la factoría Apatow, de tanta audiencia entre la población joven –y no tan joven-, tienen sus propios recursos estilísticos reconocibles. Eso sí, intercambiables. Quizá ahí radique la diferencia.

Yo, puestos a elegir, prefiero lo que la mayoría entendemos como cine de autor. Me reconforta reconocer en una película las señas de identidad de tal o cual director. Es como reencontrarte con un amigo al que hace tiempo que no ves pero con el que, a pesar de ello, sigues manteniendo una cierta complicidad. Disponerme a ver una película de Billy Wilder, Hitchcock, Chabrol, Miyazaki, Cukor, De Palma, Oliveira, Egoyan, Loach, Lynch, Ford, Berlanga, Huston, Kar-wai, Kim Ki-duk, Kubrick, Lumet, Mankiewicz, Nakata, Kitano, Ozon, Haneke, Polanski, Peckinpah, Tarantino… despierta en mí reflejos pavlovianos. Ecléctico, sí. Y alguno dirá que en la lista los hay que no merecerían estar en ella. Y ausencias intolerables. Puede ser, pero a mí lo que me va es el cine “de autor comercial”.


En cuanto a si La lengua de las mariposas es cine de autor o no, hay elementos temáticos y estilísticos que se repiten en algunas de sus películas -hasta donde yo conozco-: la guerra civil española (La lengua.. y Los girasoles ciegos), la naturaleza como locus amoenus (La lengua… y El bosque animado), películas con niño (La lengua… y La educación de las hadas). En cuanto al modo de contar, también podemos coincidir en señalar como elementos identitarios una suerte de realismo –rodaje en exteriores, montaje sobrio y funcional, luz natural, banda sonora diegética- no exento de poesía, sobre todo en las escenas que transcurren en la naturaleza –la delicadeza de mariposas, escarabajos; la atmósfera “casi” mágica del bosque-. Por todo ello, y atendiendo a la definición de cine de autor que he dado más arriba, yo lo calificaría como tal, aunque no comparta la utilidad de semejante criterio.